lunes, 22 de diciembre de 2008

Si ves una estrella fugaz pide un deseo

Cuando sin habernos preguntado nuestra opinión llegamos a este mundo, hermoso en ocasiones y terriblemente cruel en otras, somos tan pequeños e inocentes que no se nos ocurre pedir un recibo... pero, deberíamos?

Los años nos van enseñando que la confianza es algo relativo y que cuando un señor te dice que tendrá la obra terminada para finales de mes realmente se está refiriendo al año que viene. En el taller dejamos el coche con miedo, porque realmente no nos fiamos del mecánico y de su palabra. La confianza es algo que cuesta mucho ganar y muy poquito perder. Un día nos despertamos y no sabemos dónde dejamos guardada la confianza en este mundo y en las personas… la buscas desesperadamente intentando rehacer tus pasos para averiguar dónde diablos la dejaste.

Sin embargo no siempre fue así. De niños, cuando apenas levantábamos un palmo del suelo creíamos a los mayores que nos hablaban de ratones adoradores de dientes o de hombres gordos montados en trineos. Nacemos con una gran dosis de ingenuidad y confianza, por no hablar de la fantasía, pero eso para otro día. Como decía, esa gran dosis de confianza la vamos regalando a manos llenas durante años, sin apenas darnos cuenta de que la confianza no es ilimitada, se acaba.

Cuando uno entrega algo valioso lo normal es pedir un recibo y una garantía. Eso es algo que hemos aprendido con la edad pero que de pequeños no hacíamos, pedir un resguardo. Así, si alguien te engañaba no había manera de reclamarle daños y perjuicios, que eran muchos. Cada vez que un adulto abusaba descaradamente de nuestra confianza estaba acercándonos más y más a la terrible madurez. Esa palabrota que acompaña a los señores con camisa y a las señoras con Visa. Esa palabrota con la que las madres, orgullosas definen a sus hijos.

¿y si yo quería mi inocencia?... ¿me advirtió alguien de que el saco de la confianza tenía fondo?...

Yo no quiero tener que pedir un resguardo cuando dejo el traje en el tinte. Yo no quiero tener que pedir pruebas cuando alguien me habla de su viaje por el mundo o de su nueva casa. Yo quiero recuperar mi confianza infantil en las personas, en el mundo y en los cuentos de hadas. Quiero contarles a mis amigos en el trabajo cómo mi padre construyó un cohete en la universidad y viajó a la estratosfera con varios compañeros. Los primeros astronautas españoles. Quiero tener miedo al coco, a Drácula y a quedarme ciego de hacerme pajas. Quiero pensar que el amor durará para siempre, que seremos felices y comeremos perdices. Y lo que no quiero es robarle a un niño su confianza. Con la poca que nacemos nadie se merece perderla como hemos hecho casi todos…

¿De verdad crees que tú no?...

¿Cuándo fue la última vez que no pediste un recibo?

2 comentarios:

Penélope López dijo...

Una pizca de amargura,una pizca de tristeza,ralladura de odio y rencor,pero levadura de ilusión que siempre queda en el corazón. Hay que meterlo en el horno y veras como sube un monton,y al probarlo descubriras que volveras a ser Peter Pan...Bravo por Pocoyo,y por el arte y por todos aquellos que siguen buscando estrellas.

aguiwaka dijo...

No se, a mi la confianza me rebosa, pero es que nace de mis grasas... así que no me importa regalarla, porque me quedo con mejor tipo. :D