domingo, 14 de febrero de 2010

Nada que decir

Así, con una sonrisa y sin hacer ruido, tal cual vivió, se fue.

El sábado le vi por última vez. Estaba postrado en una cama, con los dolores que sólo pueden imaginar los pacientes de Cáncer y todo lo que decía, muy de vez en cuando, era un discreto "ay". Porque así era él, no quería molestar a nadie.

Vivía de la palabra, de la risa y de la vida que le infundían sus hijas. Sonriendo le conocí y sonriendo me dijo Adiós. Tenía la esperanza de poder volver a verle en Marzo, pero lo suyo fue un "hasta siempre, ha sido un placer, aquí te dejo mi sonrisa, que es lo más preciado que tengo, lo que doy a todo el mundo".

Así se marchó, tomando sus propias decisiones, ya cansadito de tanto médico, quimioterapias y esas historias. Me lo dijo hace unos meses en una de esas charlas que teníamos. "yo lo que quiero es marcharme cuando me canse, pero sin dramas, que he vivido muy feliz"

Ocho años hacía que le conocí. Don Juan Rivera, Juanito. Pertenecía a su tierra, a Paterna. Era de sus Acequias, de su Malpaso, de su familia, sus libros y la buena conversación. De la más alta de las cunas. No la que se gana por derechos de nacimiento, sino la que se gana viviendo; la de ser amigo de la gente, la del saber llenar un espacio, la de su enorme sonrisa.

Era nueve del dos de este año diez. Tenía sesenta y ocho veranos, el amor de su familia, mucho vivido y el mundo lleno de amigos. ¿Qué más puede pedir un hombre que sólo aspiraba a vivir y dejar vivir?

Me quedo con su energía, su sentido del humor y sus ganas de charlar. Con la hija que me prestó, el cariño que me dio y la tierra que me descubrió. Con todo eso me quedo que no es poco. Una familia en la que me acogió, las partidas a las cartas, sus trampas, que alguna hacía, y su manía de no tomarse nada en serio, sobre todo a sí mismo.

Siempre pensé, que mi padre y él habrían hecho grandes migas. Por campechanos, por castellanos, aunque de distintas Castillas, por saber hacer de sus vidas algo grande. Igual ahora están de tertulia, intentando Juanito, como buen Cartesiano, convencer a San Pedro y a todos los presentes, de la poca lógica que tienen eso de la religiones... pero sin tragedias, que si no estás de acuerdo conmigo, una sonrisa y tan contentos.

Y aquí termino estas líneas, sin dramas, sin plétoras, con todo mi amor, agradecimiento y con la más sincera de las sonrisas. Porque de estar aquí conmigo, le quitaría hierro al asunto, haría una broma y sonreiría, con esa cara suya de haber hecho una travesura... el tomarse un poco menos en serio, las cosas de la vida.

4 comentarios:

aguiwaka dijo...

:´-)

Anónimo dijo...

Unas palabras preciosas, Borja.
f.

Anónimo dijo...

Que suerte poder expresar así tus sentimientos, y sobre todo que orgullo sentir por tu suegro temporal esas sensaciones.
Un placer leerte. Jose

Veinte dijo...

Gracias Jose, el placer y el orgullo es mío.
un beso a los chicos.