lunes, 10 de noviembre de 2008

Cuando se cierra la puerta.

No sé si será egocentrismo. Cuando se cierra la puerta y 25 personas te miran fijamente esperando que les des algo tuyo. Lo que hace que te sientas importante en sus vidas y vinculado tántricamente a ellos, a todos no, pero sí a algunos...

¿Y por qué no a todos?

Pues porque no todos están dispuestos a aceptar lo que vas a contarles y hacerlo suyo, una pequeña parte de ese gran conocimiento, experiencia y profesionalidad que pronto darán a otro. No todos están dispuestos a comer de mis entrañas lo que la vida, los libro o la experiencia me ha enseñado y a dejar que yo coma de las suyas... por continuar con tan caníbal metáfora. Igual es eso.

No sé tampoco si será un mal diagnosticado e incurable complejo de Peter Pann que una fría noche perdió a sus padres y ya nunca quiso crecer. Puede ser...

Igual ellos son los Niños Perdidos y yo su Peter Pann. Al que siguen ciegamente no por su sabiduría, sino porque es el más grande de todos y por lo tanto "tiene que ser el que más sepa" ¿Será que no quiero ni estoy dispuesto a crecer?... igual, es eso.

No sé si será que la realidad me aburre y ellos me mantienen a salvo de mis propios fantasmas. Concentrado en darles lo que de mi se esperan y mucho más. Porque en esa gran pecera que es el aula, los ojos brillan y el tiempo corre de manera diferente, abrazándote y manteniéndote apartado de una vida problemática y gris. No lo sé, igual es eso!

Tampoco sé, si es por ser una bruja que atrae con sus colores y apetitosas golosinas a un grupo de chavales. A los que, como todos los años, alimenta con fantasías y juegos de artificio sus delgados cuerpos esperando que engorden y engorden para echarlos a la cazuela y beber de una juventud que ya pasó y de unas ilusiones que cada día están más lejos.

No lo sé, pero me ha entrado hambre!

Puede ser que no sea nada de lo anteriormente dicho. Puede ser que simplemente disfrute con el calor humano y dejando una pequeña, muy pequeña, huella en la historia. No en la historia mundial, no! sino en la historia personal de algunos de ellos. Igual es eso.

¿Será quizás un poco de todo lo anterior?, Que soy un gran egocéntrico con complejo de Peter Pann, que no quiere enfrentarse a la vida pero sí mantenerse joven a costa de los demás? Igual es eso!

No lo sé. No sé qué es lo que me hace disfrutar cada día de clase, ni esperar con impaciencia el momento mágico en que se cierra la puerta y el tiempo se detiene. Será todo lo anterior y nada de lo anterior. Será lo dicho y lo que quede por decir...

No lo sé, pero me encanta!

2 comentarios:

Alfonso dijo...

Yo he visto y oído a esa puerta cerrarse… y no la cerraba yo, al menos no físicamente, pero sí en intención.
Durante muchos años he visto a profesores cerrar puertas, la de sus aulas, para empezar la clase. Algunos lo hacían para prohibir la entrada a los que llegaban tarde, castigándoles sin el conocimiento por disciplina; otros lo hacían por costumbre, era rutina… y otros para que no nos molestara el resto del mundo.
A los primeros y los segundos les costaba hacerse oír, tenían que imponer orden de alguna manera para empezar… a los otros, los que te alejaban del mundo, les bastaba con cerrar la puerta para que las voces comenzaran a bajar, dar dos pasos para que todos estuviéramos sentados y algunos caminando a su mesa para empezar a preguntarle aún antes de que dejara el abrigo o su cartera. Que comenzara su presentación en el proyector era como abrir el primer regalo de Reyes. Las mesas redondas que organizaban siempre te sabían como unas cervezas con los amigos y cada trabajo, una nueva oportunidad.
Oportunidad de que pudieras demostrar que eras mejor que antes, oportunidad de que pudieras volver a aprender, de que te volvieran a enseñar, a transmitir. Esto era lo mejor de todo. El trueque, ese intercambio que requiere dos voluntades. Hacen falta otras cosas, pero dos voluntades hacen la chispa adecuada, de ahí todo surge. Cuando estás dispuesto a dar para recibir es cuando lo tienes todo, todo se convierte en un flujo que viene y va, y para que vuelva, tienes que dejarlo ir.
Es cierto que a veces me siento perdido, pero por desgracia no un niño perdido. No sé de Peter Panes o guías, pero si sé reconocer profesores de maestros; licenciados, doctores, catedráticos… de maestros. Los maestros inspiran, te remueven, y te regalan una semilla. Algunos aprendices no la quieren, otros la pierden, a otros se les seca, pero con mimo y paciencia puedes conseguir que algún día esa semilla de frutos, y sólo algunas veces quizás sirve para dar más semillas…
Son los maestros los que merecen la pena; nunca una puerta cerrada abría tantas otras.

Veinte dijo...

No voy a decir nada porque me ha encantado lo que dices... tan sólo regañarte, porque escribiendo como lo haces es un crimen que no escribas más en tu blog.

Un fortísimo abrazo y mi agradecimiento porque con gente como tú, la llama de la ilusión prende en mi como el primer día.